Cuando el organigrama miente

Hay una trampa silenciosa en muchas organizaciones. Una trampa que se esconde detrás de promociones mal pensadas, de decisiones que premian la obediencia, la lealtad ciega, los años de servicio o el simple hecho de haber sido eficiente en otro rol. Una trampa que no se ve… hasta que es demasiado tarde.

Promover a alguien solo porque fue buen ejecutor en su puesto anterior es como suponer que un gran violinista puede dirigir una orquesta solo por tocar bien su instrumento. No siempre funciona. Y, de hecho, muchas veces fracasa.

Y ahí empieza el verdadero problema: cuando alguien sin las competencias necesarias para liderar, contiene mal, inspira poco y termina más preocupado por su lugar en el organigrama que por el desarrollo real de su equipo.

¿Consecuencia? Equipos apagados, con miedo a equivocarse, con líderes ausentes o autoritarios. Organizaciones que pierden talento por decisiones que, en nombre de la jerarquía, matan la cultura.

Lo viví muchas veces. Personas puestas en roles de liderazgo sin haber pasado nunca por el proceso de convertirse en líderes. Y la confusión es total, se asume que porque alguien tiene autoridad formal, automáticamente tiene autoridad emocional, legitimidad o influencia. Y por supuesto, no es así.

Una promoción no debería ser un reconocimiento al pasado. Debería ser una apuesta al futuro. A lo que esa persona puede generar, acompañar, sostener y multiplicar en otros.

¿Tiene capacidad de contener a un equipo en momentos difíciles? ¿Sabe inspirar sin manipular, dar dirección sin controlar, reconocer sin sobreactuar? ¿Puede ver más allá de su ego, de sus métricas, de su necesidad de brillar?

Si la respuesta es no, quizás no sea el momento. O, al menos, no sin un proceso serio de desarrollo, coaching, acompañamiento real.

Porque el problema no es el error de la persona. Es la miopía de quien cree que un organigrama bien armado resuelve lo que solo la madurez emocional y la visión pueden sostener.

El organigrama es un mapa. Pero un mapa no es el territorio. Y el liderazgo no se impone con un cambio de casillero. Se construye, se prueba, se gana. Y se pierde cuando quien lo ejerce no está a la altura de lo que su equipo necesita.

Porque, al final del día, un equipo transformado es la clave para resultados sostenibles y un liderazgo que trasciende.

Porque un líder no es alguien que sabe todo. Es alguien que se banca el vacío, que sostiene las preguntas, que se hace cargo de las conversaciones difíciles, que sabe cuándo correr el ego para dejar que otros brillen.

Entonces, ¿qué promovemos cuando promovemos?

¿Una trayectoria? ¿Un nombre que suena bien? ¿Un gesto de agradecimiento? ¿O promovemos una mirada, una forma de estar, una convicción sobre cómo se construyen los resultados con otros?

Quizás sea momento de dejar de ver el liderazgo como una escalera y empezar a verlo como una red. Una red que sostiene, que conecta, que facilita. Y que cuando falla, no solo cae quien fue mal promovido. Cae la confianza, la motivación y el propósito compartido.

Y cuando eso sucede, no hay casillero en el organigrama que lo repare.

Por eso, en Mind The Gap , nos especializamos en acompañar a líderes y organizaciones a cerrar las brechas que limitan su potencial. Si te identificaste con alguno de los desafíos que mencionamos, te invitamos a explorar cómo podemos ayudarte a construir un liderazgo auténtico y equipos de alto rendimiento.

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